Cuando Karl Lagerfeld dijo "No te vistas para matar, vístete para sobrevivir", quizás no imaginaba que, más que nunca, estamos viviendo un momento de la historia de la humanidad en el que es crucial que sepamos vestirnos para sobrevivir.
Durante la segunda mitad del siglo XX, la moda se convirtió en una de las principales industrias del mundo. La fast fashion, expresión que designa la moda rápida, producida industrialmente, a gran escala, para su exportación masiva, sin tener en cuenta el impacto social o medioambiental, ha contribuido en gran medida a ello.
Después del petróleo, la moda es la segunda industria más contaminante del mundo. Por lo tanto, tenemos que pararnos a pensar en nuevos enfoques de la producción y el consumo de ropa. Harriet Vocking, directora de estrategia de la consultora de sostenibilidad Eco-Age, aconseja que antes de comprar una prenda nos hagamos tres preguntas importantes: "¿Qué estoy comprando y por qué?", "¿Qué necesito realmente?" y "¿Me lo pondré al menos 30 veces?".
Algunos datos para el slow thinking
Estos son algunos datos del World Resources Institute que nos ayudan a pensar en el futuro de la moda.
1. La industria de la moda produce 20 prendas por persona al año. 140.000 millones de prendas nuevas cada 365 días. 383 millones de prendas al día: 4.400 prendas por segundo.
2. Desde el año 2000, las marcas de moda europeas han pasado de sólo dos nuevas colecciones al año a 24.
3. La moda rápida produce más de 92 millones de toneladas de residuos al año. En todo el mundo, cada año, unos 90 millones de prendas acaban en los vertederos. Las prendas fabricadas con tejidos no biodegradables pueden permanecer en los vertederos hasta 200 años.
4. En 2050, la industria de la moda podría representar el 26% de las emisiones totales de carbono del mundo.
5. La cantidad anual de microfibras liberadas en los océanos durante el lavado de la ropa equivale a 50.000 millones de botellas de plástico. El problema se agrava porque cerca del 60% de la ropa utiliza poliéster. Este compuesto no se descompone en el agua del océano. Un informe de 2017 de la misma fuente señala que el 35% de todo el microplástico en el océano está formado por tejidos sintéticos, como el poliéster.
6. Fabricar un par de vaqueros produce tantos gases de efecto invernadero como conducir un coche durante unos 130 kilómetros.
7. Se necesitan 2.700 litros de agua para fabricar una camiseta de algodón, suficiente para las necesidades de consumo de una persona media durante dos años y medio.
Slow fashion. Del ganchillo al macramé.
El concepto de slow fashion (moda lenta) ha surgido en oposición a la fast fashion, como una alternativa más sostenible, alimentada por las preocupaciones sociales, relacionadas con las condiciones laborales y medioambientales, y por el impacto de la industria en el medio ambiente. Aboga por centrarse en productos y mano de obra locales; la producción a pequeña y mediana escala; la diversificación de la oferta; los precios justos y el fomento de la conciencia socioambiental.
Kate Fletcher, la mujer que está detrás del término slow fashion, explica: "La slow fashion consiste en planificar, producir, consumir y vivir mejor. La moda lenta no se basa en el tiempo, sino en la calidad (que abarca el tiempo). Slow es un enfoque diferente, a través del cual diseñadores, compradores, vendedores y consumidores son más conscientes del impacto de los productos sobre los trabajadores, las comunidades y los ecosistemas".
Cuando el saltador de trampolín británico ganador de una medalla de oro olímpica, Tom Daley, fue fotografiado haciendo ganchillo (al que apodó como su "arma secreta") durante los Juegos Olímpicos de Tokio, muchos sonrieron y otros tantos se sintieron inspirados. Durante la pandemia de covid-19, el mundo tuvo tiempo de replantearse muchos conceptos y hábitos. Los diseñadores de moda no fueron una excepción a la regla y se dieron cuenta del valor emocional de lo hecho a mano, así como de su potencial como "arma" no tan secreta pero muy eficaz para frenar la velocidad de todo, incluida la fast fashion. El punto, el bordado, el punto de cruz, el macramé, los abalorios, entraron en nuestros hogares reclamando su espacio y protagonismo en un presente que se hacía más lento.
La revista Nylon ha bautizado como craftcore esta nueva tendencia de vuelta a las artes manuales. Impulsados por una mezcla de reflexión y nostalgia, los hábitos y aficiones de nuestras abuelas han pasado de estar desfasadas a estar absolutamente de moda. De ahí a ganarse un lugar en las pasarelas de primavera/verano 2021 de Chloé, Valentino, Bottega Veneta, Marni, Fendi, Christian Dior y Alberta Ferretti, fue un abrir de ojos.
Las prendas producidas respetando los valores de la slow fashion suelen ser únicas y a menudo están arraigadas en la cultura de la región en la que se crean. El uso de técnicas exclusivas de determinadas culturas contribuye a preservar y difundir su belleza. En lugar de utilizar productos químicos y fibras artificiales, que agotan los recursos naturales, se emplean fibras naturales. Los consumidores tienen la posibilidad de gastar su dinero según sus valores personales. Al pagar un precio más alto por las prendas hechas de forma más lenta y cuidadosa, contribuyen a que los salarios y las horas de trabajo sean más justos.
Producir prendas de alta calidad requiere tiempo, pero la espera merece la pena. El impacto positivo de la compra de ropa producida con este enfoque es infinito. Es hora de pensar qué tipo de valores queremos vestir.
La economía circular está de moda
Cada año llegan a Chile unas 59.000 toneladas de prendas no vendidas o usadas procedentes de todo el mundo. En el desierto de Atacama, conocido por sus magníficos volcanes y salinas, el paisaje lo forman montañas de tela. Las imágenes conmocionaron al mundo cuando se revelaron con motivo de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP26.
Según el Foro Económico Mundial, la economía circular, basada en el principio de las 3R (reducir, reutilizar y reciclar), es considerada por los investigadores como la solución más eficaz para mitigar los problemas medioambientales derivados de la industria de la moda. Estos son algunos de los cambios que se esperan en un futuro próximo, según el FEM.
1 - Alquiler y venta de ropa de segunda mano
En 2021, se gastaron aproximadamente 36.000 millones de dólares en ropa de segunda mano y unos 30.000 millones en fast fashion. Esta diferencia tenderá a aumentar a medida que las plataformas de venta, alquiler y negociación de ropa de segunda mano crezcan (en número y usuarios). Este cambio de paradigma tiene otra repercusión importante, en la medida en que los consumidores empiezan a entender su ropa como una especie de inversión.
2. Una gestión de stock más eficaz
Algunas empresas de moda rápida han adoptado programas informáticos de gestión que les permiten mantener bajos niveles de existencias. Reducir el stock es beneficioso para las marcas, en términos financieros, y para el medio ambiente.
3. Arreglo de ropa
A pesar de que hoy en día las sastrerías están prácticamente desaparecidas, la tendencia a la (re)aparición de servicios de modificación y arreglos es cada vez mayor. Ya es habitual ver que grandes marcas, como H&M, por ejemplo, ofrecen servicios de arreglos y adaptación de ropa.
4. Aumento del uso de materiales reciclados
¿Sabías que incluso el nylon utilizado en las medias puede reciclarse químicamente para crear nuevas prendas de ropa interior? Actualmente, reciclamos menos del 1% de la ropa que usamos. H&M es una de las marcas que ya ha anunciado que pretende utilizar un 30% de materiales reciclados en sus productos para 2025.
5. Rediseño de jeans
Los vaqueros son una de las prendas más difíciles de reciclar. Actualmente, marcas como Lee o Guess Jeans, entre otras, han estado probando nuevos diseños y procesos para facilitar el reciclaje de los vaqueros.