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La nueva luz de Rita
Un simple panel solar en la chapa de zinc que cubre su casa de cemento en una pequeña aldea a las afueras de Maputo ha sido suficiente para cambiar las rutinas de Rita Mujovo y su familia. Incluso los días en que el sol se pone más temprano, ya no necesita usar velas para iluminar su casa: desde que tiene bombillas en el techo, sabe que puede cocinar a la hora que quiera, recibir visitas al final del día e incluso su hija mayor, la única de los tres hijos que ya va a la escuela, ahora puede estudiar por las tardes. “Ha cambiado todo”, dice Rita con una sonrisa alegre.
El mismo sistema le permite también alimentar una pequeña radio y cargar su teléfono móvil, el único punto de comunicación que tiene en la casa, y con el que también se mantiene en contacto con su marido Félix cuando éste viaja para trabajar en las minas de Sudáfrica.
La tienda “sin hora” de Jacinta
“¡Ahora la energía no tiene hora!”, dice con una carcajada vibrante. Jacinta Nhagumbo trabaja en una pequeña tienda de comestibles, Milena’s Bar, en un pueblo de la zona de Matola, donde vende huevos, fruta, carne, bebidas y otros artículos básicos. La red eléctrica ya ha llegado a la zona y los postes son visibles en la calle, pero los apagones siguen siendo frecuentes. Sin embargo, desde que instalaron el sistema solar en la tienda, nunca se ha cortado la luz, por lo que pueden disponer de frigoríficos para conservar sus productos frescos y durante más tiempo, y además mantener las puertas abiertas más tarde. Más tiempo significa también más clientes y más ingresos al final del día, y Jacinta no puede ocultar su satisfacción. “Antes la electricidad iba y venía, ahora no. Siempre tenemos luz y muchos clientes”, dice.
Moisés, el emprendedor
Para el negocio de Moisés, una pequeña ferretería y tienda de materiales de construcción, donde también fabrica ladrillos, en la zona de Matola, disponer de un suministro eléctrico seguro y de iluminación permanente también ha marcado la diferencia. “Antes tenía que cerrar muy pronto, casi a media tarde, porque o tenía luz; ahora puedo estar abierto más horas y los clientes pueden venir más tarde”, reconoce. “Es muy bueno para mí y para el negocio”. El joven emprendedor, como le gusta llamarse, destaca también la reducción de robos desde que empezó a tener iluminación alrededor de su tienda, situada junto a un camino de tierra por el que pasa mucha gente durante el día. “Antes ocurría mucho, ahora ya no, estamos más seguros”, admite.
Las artesanas de Djabula
Para llegar al proyecto que la organización no gubernamental VIDA ha empezado a desarrollar en Djabula, hay que salir de la capital y viajar unas dos horas por una carretera sinuosa con interminables socavones, desvíos y obstáculos, bajo un sol implacable durante la mayor parte del trayecto. Pero es precisamente este sol el origen de un cambio positivo en la vida de los habitantes de esta remota comunidad al sur de Maputo. Los paneles solares allí instalados alimentan hoy una escuela de formación, un vivero agrícola, un sistema de apicultura y un taller para artesanas, en el que participan los habitantes de la zona. La apuesta por la producción de artesanía llevó incluso a la creación de una marca propia, Djabula, que, además de estar presente en ferias de artesanía del país, ya tiene sus productos a la venta en Nyala, que cuenta con una importante tienda en el centro de Maputo.
Esta creación representa una importante fuente de ingresos para el grupo de artesanos, formado por 15 mujeres y un hombre, repartidos entre los trabajos de cestería, papel y batiks, y que también empiezan a atraer a los jóvenes al taller de artesanía. Sara Sangareau, responsable del equipo VIDA en Djabula, habla con orgullo de estos pequeños logros, a los que añade el proyecto de viveros donde están probando especies agrícolas, con la esperanza de que puedan convertirse en cultivos prósperos en la zona.
SolarWorks! va al mercado
El puesto de venta de SolarWorks! parece una isla en medio del mercadillo de Matola. Y no es solo por el rojo chillón de la tienda y la ropa de los agentes, el jingle promocional que una empleada canta por el micrófono o los bailes improvisados que los clientes potenciales hacen allí mismo, impulsados por la música que sale del equipo de sonido; es también porque el stand, donde se exponen paneles solares y soluciones de energía limpia, está allí rodeado de pilas gigantes de leña y carbón a la venta, que siguen siendo las fuentes de energía predominantes en el país. El contraste es grande, pero la curiosidad de los que pasan es aún mayor. La empresa ha invertido en estas acciones de calle, haciendo sentir su presencia en mercados y otras zonas concurridas, precisamente para presentar sus soluciones sostenibles a clientes potenciales. SolarWorks! promueve sistemas solares adaptados para hogares y pequeñas empresas que, a menudo, son la única opción de que disponen las comunidades rurales para acceder a la electricidad para tareas cotidianas tan sencillas como encender una bombilla, cargar un teléfono móvil, encender un televisor o un frigorífico.
La empresa, de la que EDP es accionista desde 2018, opera en Mozambique y Malaui, ofreciendo una gama de productos solares que permiten a muchas personas acceder a la energía por primera vez en su vida. Además, sigue apostando por la innovación, desarrollando otros kits de uso productivo para pequeños empresarios como máquinas de coser y cortar el pelo, bombas de agua, neveras, entre otras aplicaciones.
Elias, uno de los pioneros
En la zona de Bobole, a las afueras de Maputo, aún no ha llegado la electricidad de red, pero Elias Novunga no ha esperado para tener su propia electricidad en casa. Militar de carrera, que ahora dedica la mayor parte de su tiempo a cuidar de su pequeña “finca”, donde cultiva algunos productos y cuida de los animales, fue uno de los primeros clientes de SolarWorks! en Mozambique. Sencillamente porque, como explica, tenía que cuidar de su familia y asegurarse de que tuvieran iluminación dentro y fuera de casa. La primera vez le bastó con un simple panel solar pero ahora, con el crecimiento de su familia, ha decidido volver a la empresa para reforzar el sistema solar del tejado de su casa, de modo que pueda tener más luz y también capacidad para otros equipos de la casa. “Es energía buena y más barata”, explica, así que no ha dudado en volver a ir de compras.
La fuerza de las jóvenes mwarusis
Aprovechando la sombra de algunos de los árboles más frondosos, que las protegen del implacable sol de última hora de la mañana, un grupo de chicas se organiza en pequeños círculos, sentadas en el suelo. Ese día, se enfrentan a una especie de “juego de la oca” ajustado a su realidad que les enseña lo que deben hacer si quieren llevar una vida sana y asegurar su formación e independencia y lo que perderán si siguen el camino contrario. En otras palabras: es una de las pedagogías en forma de juego que los mentores formados por Girl Move guían para que las mwarusis (término macua que identifica a las niñas en fase de transición, entre los 12 y los 15 años) no abandonen la escuela por culpa de matrimonios o embarazos precoces debidos a la presión familiar o comunitaria. Una iniciativa aún más pertinente en un país donde solo el 10% de las niñas termina la enseñanza secundaria y el 40% tiene su primer hijo antes de los 18 años.
Lo que es seguro es que la tasa de abandono escolar entre las niñas ha disminuido desde que Girl Move abrió sus puertas en 2019: la organización ha reclutado a 840 mwarusis para un programa dirigido a estudiantes de primaria de entornos vulnerables y la tasa de matrimonios y embarazos precoces en este grupo se ha reducido a menos del 1%. El trabajo con los mwarusis es solo una de las muchas actividades y proyectos desarrollados por Girl Move. Esta academia, que forma parte de la Universidad de Lúrio en Nampula, al norte de Mozambique, ha estado preparando y orientando a mujeres jóvenes para que puedan continuar sus estudios, cuidar de su bienestar y aspirar a oportunidades profesionales. Y, más tarde, para que también puedan inspirar y orientar a otras mujeres jóvenes.
El propio edificio de la academia es también un ejemplo de sostenibilidad, como explica Joana Leite, responsable de Girl Move: totalmente alimentado por energía solar y baterías, el edificio destaca también por el uso de materiales exclusivamente locales en su construcción, incluidos los ladrillos de tierra quemada que dan un tono muy especial a toda la academia. “Es donde está nuestro corazón”, señala Joana Leite, y donde se invierte en el efecto multiplicador de la educación de las niñas y la formación de líderes.
Agua limpia, vida nueva
La primera vez que salió agua limpia del sistema de desalinización instalado por el proyecto Viva con Agua Sankt Pauli en la región de Matutuine, a dos horas de Maputo, hubo motivos para la celebración. Los cerca de 160 niños que asisten allí a la escuela primaria tienen ahora acceso a agua potable y toda la comunidad, donde viven unas 650 familias, ya no busca agua en fuentes inseguras como ríos y estanques. Alúzio Mbjaia, profesor y director de la escuela de Hindane, no oculta su sonrisa al hablar de este proyecto, que ahora ayuda a gestionar y mantener operativo, mientras muestra los paneles solares en la parte superior de la instalación donde se filtra el agua tras extraerla de pozos profundos.
El apoyo de EDP a esta iniciativa, reconoce, “fue fundamental” y con este acceso al agua potable ha cambiado enormemente la vida de esta comunidad. Este sigue siendo un problema en Mozambique: el 44% de la población no tiene acceso al suministro básico de agua y las comunidades de las zonas rurales son las más afectadas por esta carencia. Además, como tradicionalmente son las mujeres o los niños quienes se encargan de suministrar agua a sus familias, tienen que recorrer largas distancias para hacerlo; el resultado: la mayoría de ellos acaban perdiendo la oportunidad de estudiar o dedicarse a otra actividad.
Ahora, gracias al sistema impulsado por Viva con Agua, junto con el socio Grino, existe un sistema de desalinización, sin baterías, basado en la energía solar que suministra agua gratis a los niños y, para el resto de la comunidad, a un precio simbólico de 10 meticais (unos 15 céntimos de euro) por bidón de 25 litros.