La adopción de prácticas agrícolas sostenibles es urgente.
La agricultura intensiva tradicional ha contribuido, a gran escala, al aumento de la contaminación y de las emisiones de gases de efecto invernadero. Los consumidores son más exigentes y atentos. La adopción de prácticas agrícolas sostenibles es urgente y todos podemos contribuir a esta transición.
Los consumidores están cada vez más preocupados por la forma como se producen los alimentos que consumen. La agricultura no sostenible contamina el agua, el aire y el suelo, libera gases de efecto invernadero (GEI) y, en muchos lugares, destruye la fauna y la flora.
Los costes de estas prácticas ascienden a unos 3 billones de dólares anuales, según S&P Global Trucost. La adopción de la agricultura sostenible es más que deseable, es urgente.
¿Qué es la agricultura sostenible?
La agricultura sostenible es el conjunto de prácticas que, además de satisfacer las necesidades actuales de la población, no ponen en peligro las necesidades de las generaciones futuras. Sus actuaciones se basan en tres factores: rentabilidad, respeto al medio ambiente y equidad social y económica.
Además, representa un camino hacia el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la consecución del Hambre Cero.
Según el PNUMA, la agricultura sostenible utiliza un 56% menos de energía por unidad de cultivo producida, genera un 64% menos de emisiones de gases de efecto invernadero por hectárea cultivada y favorece una mayor biodiversidad que la agricultura convencional.
Además, como los alimentos producidos de forma sostenible suelen requerir más mano de obra que los producidos convencionalmente, la agricultura sostenible tiene potencial para crear en torno a un 30% más de puestos de trabajo.
¿Qué modelos de agricultura sostenible existen?
No existe un único modelo que pueda definirse como sostenible por naturaleza, pero hay varios que se basan en técnicas y conocimientos diferentes, o incluso integrados. Los principales son los siguientes:
Agricultura ecológica
Consiste en un modelo de producción que sólo permite el uso de sustancias naturales, de acuerdo con el reglamento europeo CEE 2092/91, y cuyo objetivo es evitar la explotación masiva de los recursos naturales.
Las plantaciones ecológicas certificadas no utilizan productos químicos de síntesis como fertilizantes, herbicidas, fungicidas, insecticidas o pesticidas, sino sólo abonos naturales y técnicas tradicionales (rotación de cultivos).
Agricultura biodinámica
Se basa en prácticas cuyo objetivo es enriquecer el medio ambiente y mejorar la calidad de los alimentos, preservando la biodiversidad vegetal.
Al igual que la agricultura ecológica, no utiliza fertilizantes ni pesticidas químicos, optando en su lugar por dosis homeopáticas de compuestos naturales para favorecer la fertilidad del suelo y el crecimiento de las plantas. Por eso, quienes practican este tipo de agricultura prestan especial atención a las fases de la luna, que corresponden a los periodos de activación de la vida en el suelo.
Permacultura
El término designa no sólo un conjunto de prácticas agrícolas, orientadas al mantenimiento natural de la fertilidad del suelo, sino también un sistema de diseño que cruza cuestiones de arquitectura, economía, ecología, antropología, entre otras.
El objetivo es diseñar y gestionar paisajes, de forma optimizada y ética, para satisfacer las necesidades de las personas, en armonía con los sistemas naturales.
Agricultura de comercio justo
Este modelo aboga por la transparencia entre todos los actores de la cadena comercial, desde el productor hasta el consumidor, anteponiendo las personas a los beneficios.
¿Qué técnicas utiliza la agricultura sostenible?
Las principales técnicas que utiliza la agricultura sostenible son antiguas, anteriores a la era de la industrialización masiva que revolucionó el mundo agrícola. Son las siguientes:
1. La rotación de cultivos, para mejorar o mantener la productividad del suelo.
2. Control de las plagas agrícolas y de los insectos portadores de enfermedades mediante el uso de sus enemigos naturales: otros insectos beneficiosos, depredadores, parasitoides y microorganismos.
3. Cubrir el suelo con paja o materia orgánica, ayudando así a mantener una humedad óptima y a regular la temperatura.
La recopilación y el análisis de datos en tiempo real que hacen posible las nuevas tecnologías ayudan a los agricultores a tomar mejores decisiones con mayor rapidez y a evitar daños y desperdicios en los cultivos.
¿Cómo pueden contribuir los productores?
1. Limitando la expansión de las tierras agrícolas, para poder preservar los ecosistemas.
2. Gestionando correctamente el uso del agua, por ejemplo mediante el riego de precisión, el uso del agua de lluvia, el reciclaje del agua y la gestión del drenaje.
3. Recurriendo a prácticas como la rotación de cultivos y el cultivo mínimo para contribuir a reducir la erosión del suelo.
4. Adoptando prácticas agrícolas integradas que combinen métodos de control biológico con el uso prudente de pesticidas y fertilizantes para reducir el impacto medioambiental de los productos químicos en la agricultura.
5. Protegiendo la biodiversidad: por ejemplo, creando hábitats naturales para animales y plantas salvajes, y preservando las plantas y animales en peligro de extinción.
6. Adoptando energías renovables, como la solar y la eólica, se puede reducir la dependencia de los combustibles fósiles y disminuir las emisiones de GEI.
7. Promoviendo el comercio justo, con el fin de garantizar precios justos para los productos y evitar la explotación de los trabajadores rurales. La adopción de sistemas de certificación puede contribuir a garantizar que los productos se elaboran de forma ética y sostenible.
¿Cómo pueden contribuir los consumidores?
1. Reduciendo el consumo de proteínas animales, diversificando su dieta y cocinando más en casa.
La producción ganadera es una de las principales causas del cambio climático. De media, según Naciones Unidas, cada persona consume unos 100 gramos de carne al día. Pequeños cambios en nuestra dieta pueden tener un impacto positivo: reducir el consumo en 10 gramos, por ejemplo, puede repercutir en nuestra salud y reducir las emisiones de GEI. Las legumbres, los guisantes, las alubias y los garbanzos son fuentes de proteínas, alternativas a la carne, que deberían tenerse en cuenta más a menudo.
2. Optando por alimentos locales (contribuyendo a reducir la huella de carbono asociada al transporte), ecológicos y de temporada, producidos de forma sostenible.
3. Evitando el exceso de envases que probablemente acaben en la basura.
4. Reduciendo el desperdicio de alimentos. Comprar sólo lo necesario y compostar los restos de comida. Esta práctica puede reducir las emisiones globales de carbono entre un 8 y un 10%, explica el FMI.
5. Cultivando sus propios alimentos.
6. Apoyando organizaciones, políticas y proyectos que promuevan sistemas alimentarios sostenibles.
Fue Arthur Ashe quien dijo: "Empieza donde estás, usa lo que tienes, haz lo que puedas".
Aproveche y empiece hoy mismo.